martes, diciembre 23, 2014

Bienvenido a Mediocristán, por Axel Kaiser.






Bienvenido a Mediocristán,
por Axel Kaiser.


La prensa internacional – el Financial Times nada menos- nos ha bautizado como un perfecto exponente de mediocridad económica. Y no puede ser diferente con un Gobierno y clases intelectuales inspiradas en una filosofía de la mediocridad, o lo que es lo mismo decir, de la igualdad.


La tesis central de esta filosofía es que nadie se puede destacar sobre otro sino se cumplen una infinidad de condiciones que el intelectual o burócrata igualitarista de turno determina. Si usted tuvo acceso a buena educación y es un profesional exitoso, por ejemplo, debiera sentirse avergonzado porque otros no tuvieron esa oportunidad. Es injusto, nos dicen los igualitaristas desde sus salones de lujo en los barrios altos, que a usted le vaya bien o a sus hijos les vaya mejor que a los hijos de otros. Después de todo ni usted ni sus hijos se merecen lo que tienen. ¿Acaso no han tenido toda la vida arreglada? Por eso es que hay que bajar de los patines a los que andan rápido y ponerlos en igualdad de condiciones con los más lentos.


Esa es la filosofía de Mediocristán: una en la cual el centro de la discusión gira en torno a cómo hacer para que algunos no se destaquen demasiado en lugar de ver cómo hacer para que todos se destaquen lo que más puedan sin importar las distancias entre ellos. De lo que se trata es de homogenizar, esto es, destruir la diversidad propia de toda sociedad pluralista usando como criterio igualador el abajismo. En Mediocristán la excelencia, la celebración del esfuerzo personal, de la disciplina, de la rigurosidad, del respeto por lo ajeno, de la resiliencia y en general de todas las virtudes clásicas que por siglos se han considerado esenciales para alcanzar el éxito, está prohibida. A nadie se puede exigir nada y todos tienen derecho a todo.


En Mediocristán el emprendedor exitoso que ha generado cientos de puestos de trabajo, pagado impuestos y provisto de bienes y servicios a sus conciudadanos es considerado un inmoral. El político o burócrata de carrera en cambio, que nunca ha tenido un trabajo de verdad en su vida y que ha puesto a sus redes familiares y clientelares a vivir del Estado, es decir del trabajo ajeno, ese es visto como el custodio del bien común y guardián de la moralidad nacional. Pero hay más.


En el país de la mediocridad debe condenarse el cultivo de los buenos modales, del orden y la belleza. Porque los buenos modales son capital social de élites que solo buscan diferenciarse del resto, el orden una obsesión autoritaria y la belleza un resabio aristocrático. Mejor rebajar todo al garabato, a la desidia, al pataleo y al feísmo, pues eso sí que está al alcance de todos, especialmente de esos jóvenes universitarios incapaces de articular tres frases coherentes y que están convencidos de que el resto de la sociedad les debe algo por el hecho de existir. Toda esta cultura de la mediocridad va arruinando a un país que tuvo la oportunidad de dar un salto sustancial y destacarse en una región mediocre. La Nueva Mayoría y su cultura abajista en realidad está logrando sacarle los patines al país completo, empeñándose en probar que Simón Bolivar tenía razón cuando antes de morir afirmó que América jamás saldría del caos primitivo y que lo único que se podía hacer aquí era emigrar. Y no hay que equivocarse porque lo que está ocurriendo en Chile en términos de deterioro generalizado está recién comenzando. Quienes creen que es cosa de apretar los dientes y aguantar tres años más y rezar porque no salga ME-O y su proyecto populista radical, se equivocan. En Chile ya se instaló una lógica cuyas proyecciones son claras: más Estado, más conflicto social, más problemas económicos, más desprestigio institucional y más desorden.


Como alguien ya observó, Chile va de jaguar a quiltro a un ritmo arrollador. Si uno se detiene a pensarlo con calma, es realmente para llorar ver en tanta gente esa determinación casi religiosa de arruinar lo que hemos alcanzado. Tal vez no lo logren del todo. Lo que es claro es que ya hemos llegado a Mediocristán.


jueves, diciembre 18, 2014

Una triste Navidad, por Gonzalo Rojas S.






Una triste Navidad,
por Gonzalo Rojas S.


Varios millones de familias -sí, millones- pasarán una Navidad llena de dudas este 2014. Y como las penas a veces se explican por un estado de incertidumbre, realmente millones de familias chilenas tendrán una triste Navidad.


La razón es simple, porque sencillas son siempre las causas de las grandes penas y alegrías: no saber qué va a ser de la educación de sus hijos en marzo próximo. Nada les importa más a esos esforzados padres y madres -y muchos ni siquiera pueden contar con el apoyo del otro cónyuge, porque sus familias nunca se constituyeron o ya se han roto- que la formación de sus hijos. No hay regalo navideño que pueda compararse con la educación que quieren brindarles. El don más importante, el regalo de una Navidad continua, consiste en llevarlos hasta su emancipación, en ayudarles a obtener una posición mejor que la que ellos han tenido en la vida.


Pero la incertidumbre que puede llegar a frustrar esa legítima aspiración se les ha ido transformando en desdichada certeza: muchos entienden ya que la reforma educacional va a terminar muy mal, en un auténtico desastre. Incluso la Presidente ha reconocido que no era su intención iniciarla por donde ha partido -pero, entonces, ¿quién diantres manda en Chile?-, lo que significa que ella misma duda de lo que con tanto empeño empuja. Increíble.


Cada uno de esos padres y madres tiene todo el derecho de enfrentar a Eyzaguirre, de interpelar a Bachelet con una simple pregunta: ¿Y usted quién es para decirme cómo y dónde debo educar a mis hijos? Pero en la práctica no pueden hacerlo; y por eso sufren, porque saben que lo que hasta ahora estaba en sus manos va a salir de ellas, para pasar a las tenazas del Estado.


¿Existirá el colegio de mis hijos en marzo? ¿Cómo organizaré mi presupuesto familiar respecto del copago? ¿Podré escoger un establecimiento que me dé confianza, o el sorteo lanzará al más joven de mis niños a la chuña? Esas son las preguntas que rondan en la cabeza de los padres en estos días (y no es consuelo que otros se estén preguntando: ¿irán a terminar mis hijos el año escolar antes de febrero?). Trabajo para uno de esos colegios, conozco esos sufrimientos.


También, más de 250 mil familias se enfrentarán -poco después de Navidad- al contraste entre aquellos hijos que por sus méritos ingresarán a la educación superior -selección, diosa de la justicia universitaria aún no asesinada- y aquellos otros más jóvenes a los que se pretende privar de todo mérito, para corregir "las desigualdades de la cuna". O sea, en muchas familias se preguntarán: ¿Por qué el ADN que ha recibido el joven, el esfuerzo que sus padres han hecho y el empeño que el mismo estudiante ha puesto son considerados una perversa desviación que para adelante debe corregirse y tratar de eliminarse? ¿Se suprimirá también a corto plazo la selección en las universidades?


Finalmente, sufren también las familias sencillas, porque perciben que es contra ellos, contra los más débiles, que se ha dirigido el ataque de la Concertación y del PC. A ningún padre medianamente razonable se le escapa que a los colegios particulares pagados, el Gobierno -por ahora- los deja tranquilos, porque son más fuertes, porque pesan más.


La paradoja es grotesca: en el nombre del combate a la discriminación, el Gobierno distingue entre distintos tipos de establecimientos y ataca primero a quienes tienen menor poder social y económico, para derrotarlos por separado. Después -porque en su mente el proyecto consiste en estatizar toda la educación- irá con el arpón detrás del pez más gordo.


Unos pasarán ahora una triste Navidad; a los otros, que quizás están todavía insensibilizados, les espera el mismo destino dentro de poco.

jueves, diciembre 11, 2014

El asalto a los derechos humanos, causa del inminente colapso de Venezuela, por Leopoldo López.


Leopoldo López en la ventana de su celda.


El asalto a los derechos humanos, causa del inminente colapso de Venezuela, por Leopoldo López.


Mi país, Venezuela, está al borde del colapso social y económico. Este desastre en cámara lenta que se ha fabricado en casi quince años, no comenzó con la caída de los precios del petróleo ni por la acumulación de deudas, sino que se puso en marcha por el desprecio del Gobierno autoritario de Venezuela hacia los derechos humanos y el Estado de Derecho.


Instituciones y seguridades jurídicas fueron desmanteladas en aras de preservar una élite corrupta que Gobierna -a expensas de los derechos humanos, sociales, políticos y económicos del pueblo venezolano-. Esto, más que cualquier otra cosa, es la causa de nuestra situación actual.


Conozco todo esto personalmente. Escribo desde una prisión militar donde me encuentro desde el pasado mes de febrero, como consecuencia de pronunciarme contra las acciones del Gobierno. Soy uno de las decenas de prisioneros políticos que están tras las rejas por sus palabras y sus ideas.


Esta injusta encarcelación me ha proporcionado una visión de primera mano del abuso generalizado a nivel legal, mental y físico. No ha sido una buena experiencia, pero ha sido esclarecedora.


Mi aislamiento también me ha dado tiempo para reflexionar sobre la crisis más grande que ha enfrentado mi país. Nunca he estado más convencido de que el camino hacia la ruina de Venezuela fue construido años atrás por un proyecto dirigido a desmantelar libertades y derechos humanos fundamentales en nombre de una ilusión.


Cuando el actual partido de Gobierno asumió el poder en 1999, sus partidarios consideraban los derechos humanos como un lujo y no como una necesidad. Grandes segmentos de la población vivían en pobreza y tenían necesidades alimentarias, de vivienda y de seguridad personal. Proteger la libertad de expresión y la separación de poderes parecía algo frívolo. En nombre de la conveniencia, estos valores fueron comprometidos y luego desmantelados por completo.


La Legislatura fue reprimida, permitiéndole al Ejecutivo Gobernar por decreto sin los controles y equilibrios que impiden que los Gobiernos se salgan de su camino.


El poder Judicial se hizo responsable del partido de Gobierno, convirtiendo la Ley y la Constitución en algo insignificante. En un caso conocido, la Jueza María Lourdes Afiuni fue arrojada a prisión por haber ordenado la liberación de un preso.


Líderes políticos y activistas fuimos frecuentemente perseguidos y encarcelados, los medios de comunicación independientes fueron desmantelados, expropiados o simplemente eliminados.


El actual Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha llevado esto a un nivel aún más bajo. Los derechos están racionados como si fueran escasas mercancías que pueden intercambiarse por otros medios de subsistencia: "Usted puede tener empleo si entrega la libertad de expresión. Usted puede tener algunos beneficios de salud si renuncia a su derecho a la protesta".


En cada caso, los apologistas han encubierto estas acciones como si fueran presagios de una mejor vida para los venezolanos. Trágicamente, este fue un intercambio falso, y las vidas de los venezolanos hoy están peor en todos los ámbitos.


Venezuela ahora tiene la tasa de inflación más alta del mundo. Un récord de escasez de productos básicos ha generado estantes vacíos y largas colas. La violenta criminalidad se ha disparado y la tasa de asesinatos es la tercera más alta del mundo. El sistema de salud está colapsando, y muchos expertos predicen un incumplimiento de las deudas del país en cuestión de meses.


Y los segmentos más pobres de la población son los que más están sufriendo.


Los desafíos que enfrenta actualmente Venezuela son complejos y requieren de años de trabajo en muchos frentes. Se debe comenzar con la restauración de los derechos, las libertades y los mecanismos de equilibrio que constituyen la base de la democracia.


La comunidad internacional tiene un papel importante que jugar, especialmente nuestros vecinos en América Latina. Permanecer en silencio es ser cómplice en un desastre que no solo impactará a Venezuela, sino que podría tener consecuencias en todo el hemisferio. Organizaciones como la OEA, Unasur y Mercosur no deben estar al margen, y los países del continente deben involucrarse.


En Venezuela, nuestra Constitución establece un camino a seguir si prestamos atención a cada una de sus palabras.


Nuestra propuesta es simple, pero enérgica: todos los derechos para todas las personas en vez de algunos derechos para algunas personas. Ningún régimen debería tener el poder de decidir quién tiene acceso a qué derechos. Esta idea puede darse por sentada en otros países, pero en un país como Venezuela es un sueño por el que vale la pena luchar.
 

Tomado de Diario El Mercurio.